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lunes, 1 de marzo de 2010

Ayudando a otro a cambiar, para mejorar





Semana #6. 1, marzo, 2010.

Mtra. Mónica López Bátiz*


Hoy en día escuchamos con frecuencia que se requiere un cambio en el país; periodistas, funcionarios públicos, analistas y en general, la opinión pública, refiere la necesidad de hacer “reformas estructurales para México” en lo político, lo fiscal, lo judicial, lo educativo, etc. El ambiente que se respira desde hace ya varios años es de “cambio”.

Abruma pensar que si no se dan esos cambios, nuestro futuro no será ni sencillo, ni prometedor. Pero, ¿qué no todos tenemos pendiente en nuestra agenda personal algunos cambios que si no se logran también impactan directamente en la historia que estamos escribiendo de nuestras propias vidas?

Actualmente es posible medir el coeficiente de aprendizaje de una persona con el fin de determinar qué tan fácil es para ella adquirir nuevos aprendizajes, así que no todos aprendemos con la misma rapidez, profundidad o durabilidad.

Un pedagogo es el profesional de la educación que centra sus esfuerzos en ayudar a otro u otros a ser mejores personas. Esos pendientes en nuestra agenda personal se pueden convertir en metas alcanzadas gracias a la ayuda profesional y sistematizada que incide en nuestros procesos de aprendizaje personales.

No importa el ámbito en el que se encuentre la persona, ni la edad que tenga, el pedagogo es capaz de diagnosticar las necesidades de la persona, planear la estrategia educativa apropiada a la etapa evolutiva y contexto en donde se encuentre, llevar a cabo el plan trazado y mantener un constante proceso de evaluación que le permita ir adecuando de mejor manera el proceso para alcanzar los resultados deseados.

Lo anterior, cobra relevancia si pensamos que todas las personas pueden adquirir hábitos de comportamiento que los lleven hacia su desarrollo o hacia su perjuicio. Dependiendo de esta dirección se les llama virtudes o vicios respectivamente. Nadie se salva, todos tenemos vicios que remediar, nuestra fuerza de voluntad puede verse disminuida y nos sentimos atrapados en un patrón disfucional que no nos permite crecer. Cuando la voluntad de la persona se encuentra esclavizada; puede haber multiplicidad de causas, ya sea una omisión educativa por parte de los padres o maestros o un ejercicio equivocado de la libertad por falta de un conocimiento más amplio o profundo de la situación; independientemente de la causa, la persona requiere cambiar, reaprender y dotar de significado al cambio para que se mantenga a lo largo del tiempo.

Un pedagogo sabe que la mejor manera de lograr el reaprendizaje es evitar señalar a la persona con alguna etiqueta negativa que pretenda definir a la persona en su totalidad, al contrario, se debe partir del hecho de que estamos analizando comportamientos, no juzgando a las personas. Una vez que la persona describe un problema se diseña una estrategia educativa a la medida que implique la sustitución del vicio por una virtud. El proceso de cambio debe darse en un ambiente de sincero respeto por la persona y con la convicción de que todo representante del género humano tiende hacia los valores universales por naturaleza.■




*Información sobre la autora:










Mtra. Mónica López Bátiz: Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad La Salle. México.
Maestra en Educación Familiar por la Universidad Panamericana. México.
Formación como psicoterapeuta sistémica, por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Psicoterapia Sistémica, con reconocimiento del Mental Research Institute de Palo Alto.
California.

2 comentarios:

Martha Moreno dijo...

Moni: Me parece describes súper bien la esencia del quehacer del pedagogo. Un artículo sencillo pero súper inspirador, que retoma las bases.

Ligpat dijo...

Me encantó la entrada, retoma una de las principales causas de nuestra profesión. Siempre he creído que hablar de cambio es hablar de mejora, y que como pedagogos tenemos mucho por hacer. Leerlo de nueva cuenta, ayuda a seguir reafirmando la profesión.